¿Visible o invisible?
- Renato Alquicira Hernandez
- 12 sept
- 2 Min. de lectura
Actualizado: 13 sept
Esa es una pregunta que me ha acompañado desde que tengo memoria. Desde muy pequeño supe que era diferente a lxs demás, aunque no tenía las palabras para nombrar lo que sentía.
La primera vez que tuve que enfrentarla fue a los 15 años, cuando me pregunté si debía decir o no que me gustaban las chicas.
Visibilidad: la capacidad de un elemento de ser percibido.
¿Realmente quería ser visible? No lo sabía. Por un lado, decir quién era me abrió las puertas a nuevas personas, pero también me puso en el ojo del huracán.
A esa edad no entendía nada de visibilidad, pero aun así lo hice. Lo más difícil no fue hacerlo en la calle, sino en mi propia casa. Decir quién era y a quién quería me costó mi salud mental.
¿Sirvió de algo? Sí. Tiempo después, gracias a las redes sociales, encontré a un hombre como yo: un HOMBRE TRANS. Su video me permitió nombrarme por primera vez. Gracias a su visibilidad pude descubrirme.
Entonces, ¿sirve realmente? Aunque ser visible es un arma de doble filo, también puede significar esperanza. Compartir tu historia, incluso con un simple video gracioso, puede ayudar a alguien a reconocerse o, al menos, a saber qué no quiere ser.
¿Es obligatorio ser visible? Por supuesto que no. Cada vivencia es distinta: tu contexto, tu familia, tu trabajo o simplemente tu decisión personal. Si no quieres ser visible, está bien.
Como dice un buen amigo: “Un gran poder conlleva una gran responsabilidad”. Lo mismo pasa con la visibilidad. Aunque muchxs crean que no tiene un impacto real, lo cierto es que puede cambiar vidas.
La visibilidad no debería costarnos la vida, la estabilidad emocional, el respeto, el trabajo, la familia, lxs amigues, la pareja.
Ser visible no debería doler.






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